CARABAÑA EN EL SIGLO XVIII (Parte 2)

La segunda cuestión planteada nos lleva a analizar las discordancias entre la composición que cada familia declaró y aquella que los datos del registro parroquial permiten reconstruir. De entre las 173 declaraciones familiares presentadas, sólo encontramos 43 casos de discordancia entre la composición familiar declarada y la reconstruida. Las reconstituciones familiares a partir de los registros parroquiales pueden resultar falseadas por algunas circunstancias —muertes acaecidas fuera de la población y no registradas en su parroquia, matrimonios y posteriores afincamientos en otras localidades, la simple marcha a otros lugares, hijos nacidos y bautizados en otras poblaciones, etc.—, haciendo figurar en un momento determinado a miembros que ya no se encontraban en las familias en cuyo seno fueron bautizados, o no reflejando, por el contrario, la existencia de algunos otros. El análisis detenido de 34 casos discordantes, que a continuación hemos de hacer, revelará, para la mayoría de ellos, circunstancias especiales que les restan significación generalizable. En un 80 % de los casos, cuando menos, —139 de los 173— podemos afirmar con seguridad que los datos del Catastro, en materia de población, para Carabaña, son verídicos; las discordancias para las que no hallamos explicación inmediata, tan sólo aparecen en un 6 % de los casos, resultando de algún modo explicable el 14 % restante. Entre las discordancias encontramos: 1.° Los casos de doce viudas y tres viudos, cuyos hijos, en su totalidad o en parte, no aparecen en las declaraciones de sus padres, ni por sí mismo prestaron declaración que los haga figurar entre la población de Carabaña. Suponen trece hombres entre los 26 y los 49 años y siete mujeres entre los 24 y los 37 años. ¿Murieron fuera? ¿Se establecieron, independientes de la casa paterna, en otros lugares? Sus edades hacen suponer alguna de estas circunstancias 17. Igual acontece con el hermano mayor (28 años) de unos huérfanos recogidos en la declaración de su tutor. 2. ° Los casos de cinco mujeres forasteras, casadas con hombres de Carabaña, que debieron alumbrar en sus pueblos natales a algún hijo, por lo general el primero —ya hemos constatado el fenómeno antes—, quien, no habiendo figurado en el registro de bautismos de Carabaña, vino también a faltar en la reconstitución familiar, pero no así en las declaraciones. Suponen en total cinco mujeres entre los 5 y los 22 años. 3. ° Dos casos más de familias del pueblo que debieron tener hijos estando temporalmente ausentes del mismo, como se deduce con certeza de las anotaciones que posteriormente ocasionaron en el registro parroquial. Suponen cuatro mujeres entre los 3 y los 12 años. 4.° Excluidos los 23 casos mencionados, cuya discordancia pudo ser ocasionada, a nuestro entender, por las circunstancias extraordinarias de viudedad, orfandad, foraneidad o ausencia que en ellos se dan, quedan otros once para los que no se encuentra una explicación adecuada, que corresponden a familias en las que no se aprecian circunstancias particulares como las aludidas y que suponen aquel 6 % de declaraciones erróneas (¿fraudulentas?) que, como máximo, podríamos admitir: a) Cinco hombres y cinco mujeres nacidos en Carabaña, cuya muerte no figura registrada y que faltan en las declaraciones del Catastro (de ellos sólo dos superan los 25 años). ¿Murieron fuera? ¿Se trata de ocultaciones? b) Cuatro hombres y una mujer (entre los 4 y los 15 años) que, a la inversa del caso anterior, aparecen en el Catastro sin que su nacimiento fuera registrado en la parroquia. c) Un hombre y una mujer (13 y 3 años respectivamente) cuya muerte registra la parroquia en 1751 y que aparecen en las declaraciones de 1752.

 17 No hay que desechar la posibilidad de «huidas» del pueblo, por parte de los mozos, para escapar a las numerosas levas que a comienzos del siglo XVIII ocasionó la Guerra de Sucesión y la posterior política militar de Felipe V, de las que quedan testimonios fehacientes en los libros de actas municipales de Carabaña. Una carta del Alcalde Francisco Sánchez Cañaveras daba cuenta, en 1712, de que por efectos de la Guerra «huyeron muchos vecinos y otros murieron… y luego, con ocasión de los nuevos tributos que se han practicado y practican para subvenir a los gastos y urgencias de la guerra… no pudiendo tolerarlos se han ausentado algunos dejando desiertas sus casas…» (Archivo Ayuntamiento de Carañaba; Libro de Acuerdos, 1696-1717). que se han practicado y practican para subvenir a los gastos y urgencias de la guerra… no pudiendo tolerarlos se han ausentado algunos dejando desiertas sus casas…» (Archivo Ayuntamiento de Carañaba; Libro de Acuerdos, 1696-1717).

Admitiendo todos los casos que hemos considerado, una segunda corrección de la pirámide de población podría suponer la inclusión de los siguientes efectivos dudosos:

Edad                hombres         mujeres           edad               hombres         mujeres

0-5                  1                      5                      26-30              5                      2

6-10                2                      4                      31-35              4                      2

11-15              4                      3                      36-40              5                      2

16-20              1                      1                      41-45              1

21-25                                      4                      46-50              1

 

Con esta segunda corrección nos situamos, ciertamente, en los límites máximos posibles de población, tan sólo incrementable por familias o personas aisladas, no originarias de Carabañá, establecidas en el pueblo sin haber dado lugar en él a ningún acto jurídico eclesiástico y no declarantes, y de las que, por lo tanto, no pueden dar cuenta ninguna de las fuentes utilizadas. Mas hemos de suponer muy raros estos posibles casos. Estimamos, pues, que la población de Carabañá podría encontrarse entre el mínimo obtenido directamente de las declaraciones del Catastro y el total alcanzado mediante las dos correcciones introducidas:

                                                           Población total           masculina        femenina

 

Población obtenida de las                              712                  355                  357

Declaraciones.

 

Primera corrección (posible                           842                  414                  428

de falta de declaraciones)

 

Segunda corrección (posibles                        889                  438                  451

declaraciones inexactas)

 

 

POBLACIÓN ESCOLAR La población en edad escolar se distribuiría entre las cohortes de edad de 6 a 10 años y de 11 a 15. Tal vez fuese, con mayor propiedad, la comprendida entre los 7/8 y los 13/14 años, ya que de estas últimas edades son los criados, criadas y zagales más jóvenes que en las declaraciones aparecen. Considerar, pues, la edad escolar hasta los 15 años es, a todas luces, una estimación por lo alto. También es preciso tener presente el frecuente desconocimiento que de la propia edad y de la de sus familiares muchas personas tenían, como muestra el contraste entre las edades declaradas y las reales que el registro parroquial nos permite conocer, en bastantes casos.

Aceptando estos márgenes de imprecisión, podemos estimar que la población de Carabaña, en edad escolar, en 1752, había de tener un límite máximo que oscilase entre:

 

Población en edad escolar masculina            Niños (6 – 10 años) 32-35

Muchachos (11 – 15 a.) 23 – 30 55 – 65

 

Población en edad escolar femenina             Niñas (6 – 10 a.) 48 – 54

Muchachas (11 – 15 a.) 21 – 27 69 – 81

Límite máximo de la población en edad escolar                                          124 – 146

 

 

Esto no quiere decir que el número real de escolares hubiese de coincidir con el de niños y muchachos en edad escolar. Estas cifras podrían representar entre un 14 % y un 17 % del nú- mero total de habitantes, pero es preciso recordar la disminución de efectivos en las cohortes escolarizables por efecto de la crisis demográfica que anteriormente quedó descrita. Consideremos que este fenómeno pueda quedar de algún modo corregido mediante la estimación por lo alto a que antes aludíamos, y concluiremos que las cifras apuntadas bien pueden representar la población en edad escolar de Carabaña en situaciones de normalidad, población que además iría poco a poco aumentando por efecto de un crecimiento vegetativo lento. La estimación de los escolares sobre la base de los emolumentos del maestro, que más adelante vamos a detallar, nos permite llegar a conclusiones similares, y es otra manera de proceder. Si en 1752 el maestro declaró 1.065 reales anuales pagados por los padres de sus alumnos, la aplicación de la cuota más probable de dos reales mensuales por niño i», arrojaría un total de 45 alumnos. Si a ellos añadimos los 15 gratuitos que, según también veremos, el maestro tenía obligación de enseñar, el resultado es de 60 escolares, cifra ligeramente superior a la que nuestros cálculos demográficos proporcionan.

UNA ESCUELA RURAL: CARABAÑA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII Durante la primera mitad del siglo XVIII existió una escuela de primeras letras en Carabaña, cuyas noticias nos permiten identificar las características de la enseñanza rural de la época.

18 MARTÍNEZ NAVARRO, Α.: El estado de la enseñanza en el Arzobispado de Toledo bajo el pontificado del Cardenal de Borbón (1800-1824), Tesis Doctoral, Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Universidad Complutense, 1979; t. Ill, pp. 1.357-8. Aun cuando los salarios que se presentan en esta investigación corresponden a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, consideramos que no habían sufrido cambios con respecto a los de cincuenta años antes.

La dotación, irregular, del maestro dependía de un corto salario del Ayuntamiento, una pequeña subvención del Hospital de pobres de la villa y las cuotas que los padres de los escolares habían de satisfacer. El maestro, José García, en la declaración para el Catastro, señalaba los siguientes emolumentos anuales: 100 reales de Villa, 300 reales del Hospital y 1.065 reales de los vecinos. Al Ayuntamiento, en la misma ocasión, no le calculaba más producto que el de 800 reales al año. Pero aun -el total de 1.465 reales anuales era una cantidad verdaderamente reducida, sólo equiparable a las que percibían por su trabajo las personas de más bajo status social: criados, pastores, etc. Los libros de las cuentas de propios del municipio señalan, efectivamente, los «…cien reales que por año se dan por Villa a la persona que corrige a los niños de la escuela y los enseña…» *9. «Persona» se dice, seguramente no siempre maestro; que primero debe corregir y luego ense- ñar. La letra es delatora del espíritu… Junto a esta reducida protección del Ayuntamiento, también hay que señalar la de la iglesia, materializada en el situado que por cuenta del Hospital de pobres recibía el maestro. Las Relaciones de Felipe II, en 1576, ya mencionaban el referido Hospital «…para recoger y recibir pobres, el cual tiene de renta veinte y cinco mil maravedís en cada un año… el cual dicho hospital no. se sabe quién lo dejó y dotó, mas de que se dice entre el vulgo de la gente que una mujer vecina de esta Villa que ha muchos años falleció, dejó la dicha casa y la renta que tiene…» 20 . Aunque los fines de esta caritativa institución eran «para albergar pobres y pasarlos a otros lugares» 21 , consta en sus libros de cuentas que desde finales del siglo XVII se destinaron 200 reales anuales al pago, en cuatro plazos, de un «maestro de enseñar niños a leer y escribir», a cambio de la enseñanza gratuita de los pobres y del fiel cumplimiento de sus obligaciones por parte del docente, que estaría supervisado por el cura, como patrono que era, junto a los alcaldes, de dicha institución: «…con tal que el dicho maestro ponga todo cuidado y asistencia en doctrinar a los niños, enseñándolos leer, escribir y la doctrina cristiana con aprovechamiento y cuidado asistan todos los días a rezar el Sto. Rosario, y no cumpliendo a satisfacción del cura con dicha obligación, cese dicho salario» 22_ «…El dicho cura ha de cuidar de que el Maestro de es cuela asista a la enseñanza de los niños y al que fuese pobre de solemnidad con cédula del cura lo admita en su escuela y enseñe sin llevarle maravedís algunos, pues con este motivo se le concede el socorro con que le contribuye esta cofradía, digo, obra pía…»23 . La visita eclesiástica que cada año se hacía a la parroquia, y a las obras pías de ella dependientes, debía ser el único género de inspección que la escuela recibiese, en cuanto parcialmente dotada por el Hospital, y así constan, año tras año, las referencias a la escuela en las actas de visita de los libros eclesiásticos, en contraste con la total ausencia de noticias referidas a educación o enseñanza de las actas municipales. El Visitador eclesiástico fijaba igualmente el curriculum escolar, integrado por las primeras letras, la doctrina cristiana y las prácticas religiosas: «…que éste (el maestro) tenga obligación de enseñar a leer y escribir y la Doctrina Cristiana a quince niños, los que por pobres eligiere el cura propio, sin llevarles interés alguno, y se entienda el dicho número individual, físico y real, sin que por razón de que alguno de ellos escriba o cuente, se haya de minorar. Y encargo al dicho maestro, lleve a los dichos niños de la escuela a la Iglesia a rezar el rosario y oír la explicación de la Doctrina Cristiana asistiendo personalmente para que estén quietos en dichas funciones y en las misas mayores de los días de fiesta y sobre todo le encargo la conciencia y apercibo no se le dará el dicho salario si no cumple con dichos mandatos y exhortaciones…» 24. La dotación del maestro, con ser escasa, era también irregular. En efecto, la única parte de sus emolumentos que podemos considerar fija eran los 100 reales de la Villa, sobre el presupuesto de Propios, que debieron ser autorizados por Decreto del Consejo de Castilla, y aun éstos, hemos de suponerlos pagaderos siempre y cuando la corporación dispusiese de efectivo, lo que no en todas partes ocurría siempre. En cuanto al resto, las cuotas de los alumnos dependían de los asistentes a la escuela y el situado del Hospital estaba sujeto a las disponibilidades del mismo y al criterio del Visitador. Así, entre 1705 y 1708, fue reducido a la mitad; por el contrario, a partir de 1716 se aumentó en seis fanegas de trigo al año; en 1788 el Visitador suspendió la asignación, a pesar de lo cual se continuó pagando, y en 1796 se suspendió definitivamente la donación de grano. A la cortedad e irregularidad de los salarios iba inevitablemente unida la inestabilidad de los maestros y de la escuela. Los libros del Hospital permiten deducir la suspensión de las enseñanzas, cuando menos entre 1708 y 1711, en 1715, de 1721 a 1723, en 1726 y 1732. Las cuotas de propios, a partir de 1741, señalan que en dicho año sólo hubo maestro durante nueve meses; no lo hubo en 1744, 1745, 1748, y en 1749 sólo durante medio año 25. El mismo panorama se aprecia en la segunda mitad del siglo, siendo notorio que en 1785 el Ayuntamiento oficiase al Consejo de Castilla dando cuenta de «…la barbarie en la que la juventud se encuentra por carecerse de maestro y maestra…» 26 y que las Relaciones de los Pueblos del Arzobispado de Toledo, mandadas confeccionar por el Cardenal Lorenzana en 1787, refiriesen la miseria de los maestros: «Hay en esta Villa dos maestros de primeras letras para la enseñanza de la juventud y ambos son de lo más sobresaliente que para este ejercicio hay en el Arzobispado y a causa del corto vecindario lo pasan con bastante miseria…»27 . Ninguna enseñanza instituida hubo en Carabaña para las niñas durante la primera mitad del siglo. Únicamente, en 1767, los patronos del Hospital de pobres acordaron subvencionar a una maestra, siempre que sé hallase, con 80 reales al año: «En el caso de que para la ense- ñanza de las Niñas de esta Villa venga a ella alguna mujer que se quiera destinar a este ejercicio, podrán el Cura y Patronos de este Hospital hacer la asignación que les parezca competente, así en granos como en maravedís por la grande necesidad que hay en este particular…» 28.

 ANALFABETOS A MEDIADOS DE SIGLO : UN INDICADOR DE LA ACCIÓN ESCOLAR.

 Medio siglo de acción escolar en Carabaña hubo de producir algunos resultados. Dicho de otro modo, la inmensa mayoría de quienes en 1752 eran adultos hubieron de recibir su instrucción, si alguna recibieron, en esa escuela que, a pesar de sus vicisitudes, hemos visto funcionar durante cincuenta años. Y ello porque en el lugar no hubo otra y porque en el medio rural, sedentario, los desplazamientos y el establecimiento de domicilio fuera de la localidad de nacimiento era fenó- meno raro, excepto para los artesanos y gentes de letras, poco numerosos en un mundo agrario y pobre, quienes, no dependiendo de la tierra, gozaban de mayor movilidad. Haremos un breve inciso a este último respecto.

En las declaraciones al Catastro, que contienen datos precisos sobre profesión y lugar de origen de los vecinos, encontramos:

 

Clases             Naturales                    Nacidos en

de Carabaña               otros lugares

 

  1. Labradores 39 3                      Los 3 de Orusco

 

  1. Jornaleros 36 6                      De Almoguera,.

Ambite,Escariches, OruscoPezuela y Villarejo.

 

  1. Pastores 12 2                      De Almoguera y Orusco

 

  1. Criados 17 2                      De Ambite y Estremera

 

  1. Comerciantes 5

 

  1. Artesanos 7 9                      De Chinchón, Ambite,

Villar del Olmo, Chamar

– tín, Madridejos, Estremera

y Colmenar

 

  1. Cargos públicos, 8 4                      De Santos de la H. y Brihuega

gente de letras,

estudiantes,

eclesiásticos

  1. Pobres 3

e impedidos

 

  1. Viudas 26 3                      De Valdaracete,

Carrascosa y Fuentidueña

 

 

Estas cifras confirman que, excepto en las clases antes mencionadas (6 y 7), el porcentaje de forasteros afincados en el pueblo era reducido, y que las migraciones, por lo general, no comportaban sino microdesplazamientos entre las localidades vecinas y dentro, en este caso, del mismo valle fluvial del Tajuña, donde las condiciones de habitat habían de ser mucho más semejantes. Tan sólo, de nuevo, entre las clases de los artesanos y de las gentes de letras hallamos desplazamientos mayores, si como tales hemos de considerar los efectuados desde Brihuega, siempre en el valle del Tajuña, Chamartín o Madridejos. Desde la perspectiva de Carabaña, podemos suscribir la afirmación de Goubeít: «los más osados —en el antiguo régimen demográfico— no llegaban a cubrir más de cuatro leguas para buscar el himeneo»29 . El aserto resultaría menos válido, sin embargo, en el caso de las mujeres, a quienes el matrimonio llevaba, con mayor frecuencia, fuera de sus lugares de origen. Contrastan, efectivamente, frente a esos 26 forasteros sobre 151 vecinos casados (17 %), los 89 forasteros que en la parroquia se casaron de un total de 324 matrimonios celebrados (27 %), lo que, a nuestro entender, debe ser interpretado como prueba de que eran las mujeres quienes, después de contraer matrimonio frecuentemente en su lugar de origen, seguían a sus maridos a las localidades originarias de ellos30 . El origen de los cónyuges, en las familias habitantes de Carabaña en 1752, incluidos viudos, según el registro parroquial, en el que raramente aparecen las profesiones, corrobora lo anterior:

 

Ambos cónyuges naturales de Carabaña,                  100 casos

 

El de Carabaña y ella de fuera,                                 29 casos (a los que habría que

añadir 4 más que al enviudar

casaron de nuevo con

mujeres del pueblo y están incluidos arriba)

 

El de fuera y ella natural de Carabaña,                     22 casos

 

Ambos de fuera,                                                        13 casos

 

 

Las actas de matrimonio, como fuente demográfica, han permitido, en algunas ocasiones, el cálculo de índices de alfabetización a partir de las firmas de los contrayentes, e incluso su relación con la estructura socioprofesional de las poblaciones. En Carabaña, por desgracia, las partidas de matrimonio del registro parroquial tan sólo eran firmadas por el cura y nunca por los contrayentes, ni por los testigos. Sin embargo, las declaraciones para el Catastro sí nos permiten un estudio de este tipo, aunque la información que nos aportan sea parcial, al venir sólo firmadas por los cabezas de familia. Saber firmar —en algunos casos tan sólo saber dibujar la firma— no siempre puede ser considerado como indicador fiable de alfabetización. Por el contrario, ni siquiera saber dibujar la firma —«por no saber firmar rogué lo hiciera quien supiese», es la fórmula habitual en esos casos—, sin ser tampoco signo inequívoco de analfabetismo total, sí puede serlo de falta, prácticamente absoluta, de escolarización, con todas las demás carencias que ello implica.

Los datos encontrados por Poussou, para la misma época, en Burdeos y Agen, suponen, según los registros parroquiales, 20,9 % y 14,8 % de forasteros casados en dichas localidades, sobre el total de matrimonios, respectivamente. Al contrastar estas cifras con las obtenidas en los contratos civiles de matrimonios, concluye que es necesario mayorar los porcentajes obtenidos de los registros parroquiales enre un 3 % y un 5 % a causa, según dice, de los olvidos de los párrocos. En el registro parroquial de Carabaña dejó de consignarse el lugar de origen del marido en 27 casos de entre los 324 matrimonios contraídos y, en 15 casos, el de la mujer, por lo que puede admitirse alguna elevación del 27 % de matrimonios de forasteros hallado (POUSSOU, J. P.: «Expérience aquitaine et méthodologie des contracts de mariage au XVIIP siècle», Annales du Midi, enero, 1964, pp. 61-67).

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